Silencio obsceno, ruido que revienta mis silencios; octavas de una nota que repica sin cesar y que me invita a disfrutar del otoño de mis días. Sin más preámbulo se presenta ante mi la ingenuidad de un momento que no es más que un trago que espera con ansias ser bebido. Una copa amplia, llena de vacío; incoherencia en mis ojos, que apenas distinguen de lo bello de la fatalidad, que se ciegan ante continuos flashbacks que atormentan una memoria que yace en el lecho de mios ríos.
Niego mis raíces, a todo aquello que me hizo quien soy. Un Dios pecador, lleno de misericordia para salvarse él y librar a más nadie de sus entrañas.
Me tientas a que coma de tu víceras, como si esperase algo más. Quizás soy más nada, que un puñado de arena que tal como llego con el viento, con el viento atrás me deja. No soy más que una sombra, que se oscurece cada vez que intenta caminar, que intenta ser, que intenta no ser...
¿Qué más da? Brillos que opacan la vitalidad de una muerte que viene a festejar con bombos y platillos, que de no mediar, ha venido a quedarse para siempre. Imponente se halla, esa figura que se deforma con el pasar de las eras; eras que son parte de un sistema que te vio fracasar y que hoy sin más reconocimiento, espera a que el mismo que te trajo, te lleve sin dejar rastro alguno.
No soy más que lo que soy, idiota y megalomaníaco, que intenta comprender que el mundo es más que un montón de copas sin brillo y relojes que nunca darán las 0:00...
¿Alguna vez será algo disntinto de lo que es? Espera lo suficiente, suficiente como para no enloquecer y ver que el amanecer si tiene un breve atardecer...

Cagado por Fabián Felipe Oyarzún Urtubia. Amén